Según Josué Llull, profesor de la Universidad de Alcalá y autor de “El juego infantil y su metodología”, la actividad lúdica contribuye al desarrollo de seis aspectos fundamentales de la personalidad del niño:
Físico-motor: aumenta la fuerza y el desarrollo
muscular, además de ayudar a la sincronización de movimientos, mejorando
la precisión gestual y el lenguaje.
Intelectual: facilita la comprensión de
situaciones, la anticipación de acontecimientos, la resolución de
problemas y la elaboración de estrategias.
Creativo: estimulando la imaginación, el pensamiento simbólico, y desarrollando habilidades manuales.
Emocional: potenciando la asimilación y maduración de las situaciones vividas, ayudando a superar aquellas de carácter traumático.
Social: aprendiendo las reglas de convivencia y participando en situaciones imaginarias creadas y mantenidas colectivamente.
Cultural: imitando modelos de referencia del
contexto social en que se desenvuelve la vida cotidiana, que dependerá
de factores como la zona geográfica, las condiciones climáticas o la
época histórica.
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